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Metodología

El cerebro aprende a través de la experiencia, es decir, “haciendo”. Hay que permitir al niño descubrir, explorar, experimentar y jugar por sí mismo porque nace con una tendencia natural a dirigir su propio aprendizaje. Sin embargo, la rigidez, el aburrimiento, las actividades no adaptadas a sus ritmos, van matando la creatividad del niño y vamos creando apatía por lo que él considera “aprender”.

Aprendizaje activo y dinámico por parte del niño: el niño es el protagonista de su aprendizaje, “Kids power”. Se basa en personalizar los procesos educativos de modo que se ajusten a cada niño implicándole y otorgándole poder de elección, a demanda de lo que su cerebro le pida. Esto no significa que haya ausencia de límites, al contrario; la disciplina y el establecimiento de rutinas positivas aportan al niño herramientas muy importantes para su futuro. Al carecer de capacidad de discernimiento, la educadora ejerce el filtro necesario para calibrar los aprendizajes.

Estos dos conceptos tienen como punto de partida, dar respuesta a las necesidades reales de los niños con el fin de lograr un desarrollo integral.

¿Cuáles son sus necesidades?
Necesidad afectiva, necesidad de sorprenderse, asombrarse, descubrir, experimentar, divertirse, necesidad de orientación, orden, libre movimiento…

El primer contacto de un bebé con la realidad, con el mundo, es afectivo. Los sentimientos son parte de la experiencia humana e influyen en nuestra forma de pensar; cuando nos sentimos bien, vemos la realidad de forma positiva. En cambio, cuando estamos tristes nos bloqueamos. Bajo un estado de tristeza y llanto desconsolado se genera una situación de tensión que imposibilita el aprendizaje y dificulta el ambiente, al resto de niños y educadoras. Es esencial proporcionar al niño serenidad y confianza para desbloquearle. Es necesario también que el niño se divierta pues ésto influye en su motivación intrínseca.