
Los hijos se merecen una crianza natural y respetuosa
El escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo dice en uno de sus artículos: «Un niño feliz no solo es más alegre y tranquilo, sino que es más susceptible de ser educado, porque la felicidad le hace creer que el mundo no es un lugar sombrío, hecho sólo para su mal, sino un lugar en el que merece la pena estar, por extraño que pueda parecer muchas veces”. La conclusión de esta sabia reflexión es que la empatía, el respeto y el amor hacia los niños, junto con una educación basada en la crianza natural y respetuosa, son el camino para conseguir una sociedad con valores como la tolerancia o el respeto. «Dejar que los niños sean niños», esa es la base de todo.
¿Qué es la crianza natural?
La crianza natural es educar en el respeto y empatía para construir los cimientos de una comunicación fluida y confianza entre padres e hijos. Amamantar a tu hijo, llevarle en brazos, destetar al ritmo del pequeño, la empatía entre ambas partes o la alcoba familiar son algunos de los fundamentos de una crianza natural y respetuosa. Las necesidades de contacto físico, cariño y alimentación que necesitan los pequeños están cubiertas con estas acciones. El conocimiento mutuo permite que los padres reaccionen antes de que su bebé llore, por poner un ejemplo.
Los beneficios de una crianza natural y respetuosa
Los hijos, por muy pequeños que sean, siguen siendo seres humanos que merecen y necesitan ser tratados con cariño y con respeto. Para ello, hay que reflejarse en el propio niño, echar la vista atrás y recordar cómo los padres acunan, besan, acarician y consuelan cuando se necesita. Los hijos son merecedores del mismo amor que cada uno ha recibido.
La crianza natural implica respetar el desarrollo de estos hijos. No se debe forzar a que hagan esto o aquello si realmente no desean hacerlo. La pedagogía permite avanzar al niño sin causar problema alguno y si lo creara, dejar pasarlo y esperar a que el pequeño logre su objetivo por sus propios medios.
En una crianza natural, la educación no es solo enseñar. Se tiene que educar a los hijos en la sencillez y humildad, y se le llevará a una máxima condición moral, física y psíquica. La ética, en su sentido más positivo, hace grande las emociones y los sentimientos de cualquier ser humano. En los niños, las emociones están a flor de piel, por lo que este paso puede ser esencial en su educación.
La educación debería constituir un fin en sí misma. Educar en el camino hacia la libertad, la paz y la igualdad. Se ha de tener en cuenta que los hijos piensan igual que sus padres y respetar su forma de ser, ideales y emociones significa educar en su capacidad tanto intelectual como emocional. Una fórmula ideal para crear estabilidad y entendimiento con estos hijos.
La crianza debe basarse en la autonomía y libertad de los pequeños. Apoyarlos en todos sus sueños e ideales y hacerles ver que pueden contar con sus familiares siempre que lo necesiten es primordial para que los niños tengan plena confianza en sus padres.
Satisfacer su curiosidad es dejarles explorar el mundo. Es importante no inhibir esta faceta porque para ellos, las aventuras, los tesoros ocultos y la fantasía son tan importantes como su propia existencia. De hecho, es en lo que creen en sus primeros años de vida.
Tu hijo es único, con sus virtudes y sus defectos. Aceptarlo tal y como es y no tratar de cambiarlo, tal y como gustaría a cada uno, es otra de las premisas de una crianza natural y respetuosa.
La preocupación e interés también es clave. Las exageraciones nunca son buenas consejeras, así que la fórmula es expresar un interés por los hijos, de forma que se sientan importantes ante los ojos de sus familias, pero sin exagerar la situación.
Los hijos son personas que piensan e interactúan independientemente de sus familiares. Atar en corto al pequeño solo traerá problemas en el futuro. Lo ideal es construir puentes de comunicación que se pueden atravesar, de vez en cuando, para dar soluciones, para luego regresar y dejar al hijo actuar en libertad.
Tu hijo se pertenece solo a sí mismo. El pequeño no pertenece a los padres, de hecho, no pertenece a nadie. Es importante evitar pensar que, por haber nacido de nuestra sangre, tenemos derecho sobre él en todo.
La crianza natural y respetuosa implica desear la felicidad y autorrealización a los más pequeños, comunicarse con ellos de forma civilizada dando prioridad al diálogo, al razonamiento y, finalmente, al entendimiento. Ponerse a la altura de los niños con afecto, humildad y delicadeza. Esta forma de respetar y educar les permite una visión mucho más amplia de las cosas. Implicarse en sus juegos y deseos no solo ayuda a reactivar sus mentes e imaginación, sino también a pensar por sí mismos y aumentar su capacidad de razonamiento y entendimiento.